EDUCACIÓN (hetero)SEXUAL FAMILIAR de acuerdo con la ciencia

                                          Sexuación psíquica

 

Identidad de género - familia

Generalmente se desconoce el hecho de que, en el seno de la relación entre padres e hijos, es necesario también prestar atención al desarrollo de una correcta sexuación psíquica (identidad de género + orientación sexual), y se ha difundido la falsa creencia de que todo lo relacionado con la sexualidad viene determinado desde el nacimiento y que, por lo tanto, lo único que se puede hacer es esperar al desarrollo de esa situación.
La sexuación psíquica se va construyendo a través de las relaciones que el individuo nacido biológicamente hombre o mujer mantiene, así como a partir del entorno en que dicho individuo crece y se desarrolla.
La conexión mente-cuerpo es bidireccional e interdependiente: no existe un cuerpo sin mente y, del mismo modo, no existe una mente que pueda prescindir del cuerpo del que forma parte.
Para orientar correctamente la sexuación psíquica, es necesario que el individuo adquiera una identidad de género completa y coherente, que permitirá que se convierta en un individuo biológicamente preparado para la procreación física y psíquica (continuidad).
Al nacer, el cerebro de los niños está preparado para desarrollar todo su potencial, pero, para que esto ocurra, es necesario que reciba los estímulos adecuados.
Pongamos un ejemplo: si plantamos una semilla del árbol del olivo (potencial) para que nazca un bonito olivo (acto), se precisa que muchos otros factores (naturaleza) participen en su crecimiento (calidad del terreno, luz, aire, humedad, etc.). En caso contrario, el proceso natural de desarrollo de la planta se verá truncado, y no podremos obtener de ese árbol las aceitunas que nos hubieran proporcionado, por un lado, un gustoso aceite y, por el otro, nuevas semillas.
El potencial es inherente, pero el entorno puede obstaculizar el desarrollo de la planta, que nunca alcanzará, por lo tanto, el objetivo de su desarrollo.
Para que pueda expresar todo su potencial y ser feliz durante su crecimiento, el niño debe sentirse adecuadamente querido. Solo de esta manera podrá ser, como en el ejemplo antes expuesto, una semilla que crezca en un terreno fértil.
Los niños se relacionan con el resto del mundo a través de los sentidos. Cada función y comportamiento debe ser visto dentro del proyecto genético del ser humano y del inmenso potencial que este puede llegar a desarrollar. El niño debe conocer la realidad y saber identificarla para evitar así distorsionarla con interpretaciones condicionadas por engaños que, en muchos casos, pueden llevar a una grave disociación mental del individuo.
A través de la familia, el niño descubre y poco a poco toma conciencia de sí mismo y del mundo que le rodea. Por ello, cualquier acción que implique al niño, cada gesto, cada palabra, cada estado anímico de los padres es percibido por el niño, aunque no hayan sido expresados abiertamente, y procesados en su cerebro en base a la estructura cerebral innata.
El cerebro se desarrolla de acuerdo al tipo de entorno que le proporciona información y de esta manera se va formando. Desafortunadamente, el niño recibe en muchos casos información desordenada y caótica que le crea conflictos internos perturbadores y limita el funcionamiento sinergético de los dos hemisferios cerebrales.
Todo esto son condicionantes que el niño memoriza muchas veces inconscientemente y de forma pasiva y acrítica, por lo que son ideas que adquiere sin poderse “defender” y sin poder previamente identificarlas, comprenderlas, evaluarlas y, si fuera necesario, rechazarlas. Este tipo de ideas pueden llegar al cerebro del niño por diversas vías: desde conflictos o una situación que le produce sufrimiento experimentada dentro del núcleo familiar, a mensajes televisivos, que en muchas ocasiones, son banales, engañosos o inapropiados. Toda esta información puede crear una disociación en el niño, produciéndole sentimientos de ansiedad, miedos y alteraciones de la percepción.
Una falta de equilibrio familiar puede provocar un sufrimiento y dejar unas secuelas que se irán reproduciendo a lo largo de toda su vida de adulto. Son como pequeñas gotas que erosionan una roca. En una relación familiar en la que la madre no tiene confianza en sí misma y se percibe a sí misma como un ser débil, y en la que el padre constituye una figura distante, dominante y poco dada a las emociones, la identidad de género del niño puede acabar siendo insegura y frágil. (Jovine y Scilligo, 2001) Un caso similar es el de una figura paterna poco afectiva y emocionalmente distante del hijo, lo que provoca que este cree fuertes lazos con una figura materna dominante (Addonizio, Scilligo, 2000; Comelli, Scilligo de 2001)".
Cuando en el discurso de la madre no aparece la figura del padre, el niño percibe como si simbólicamente dicha figura no existiera. En estos casos, existe el riesgo de obstaculizar la identificación del hijo con el género del progenitor.  Una madre que sitúa al niño como objetivo único y exclusivo de su amor, también puede llegar a debilitar o incluso poner en peligro el proceso de reconocimiento del niño. El amor no es amor si no existe equilibrio.
En algunos casos, se dan problemas para aceptar la realidad sexual de un niño, debido a que, por algún motivo (por preferencia de uno de los progenitores, tradiciones locales o motivos personales) existe mayor aceptación por el hijo varón que por la hembra, o viceversa. Este factor puede claramente afectar a la relación directa entre padres e hijos, pero, además, puede tener implicaciones negativas en el desarrollo de la sexuación psíquica del individuo. Por lo tanto, si, por ejemplo, los padres están satisfechos con el hecho de tener un hijo varón, y valoran y estimulan las características asociadas a su sexo, el papel y la identidad de género estarán siendo fuertemente apoyados y reafirmados. En cambio, si, por el contrario, el niño percibe que el padre anhelaba un hijo del sexo opuesto, afectará negativamente al desarrollo de una sexuación psíquica adecuada.
Por otro lado, es necesario que la figura del padre cuente con dos características esenciales: bondad y firmeza. Los niños necesitan identificarse con un padre que posea ambas cualidades: no basta con la bondad, también es necesaria la firmeza y ejercer una disciplina basada en el cariño. Algunos padres cometen el error de mostrarse especialmente orgullosos de alguno de sus hijos, generalmente el que demuestra mejores dotes deportivas o escolares, dejando al cuidado de la madre los hijos más sensibles o introvertidos.
En el caso de la madre, el amor hacia ella misma debe ser inclusivo del amor hacia el esposo, aceptando sus propios límites y buscando el consejo del cónyuge. De esta forma, estará inculcando en sus hijos la percepción primaria de la masculinidad como valor positivo. Una esposa que critica constantemente a su marido, pasa por encima de él, lo "machaca" y lo aleja, está provocando que los hijos perciban la masculinidad como algo negativo.
Existe también un aspecto físico diferente en las sensaciones que transmite el abrazo de un padre respecto del abrazo de una madre, y es muy importante que los hijos puedan experimentar ambas.
La presencia de los progenitores, padre y madre, juega un papel fundamental en el desarrollo psicosocial. Crea la identidad de la persona y promueve la construcción de lazos. La existencia de un matrimonio entre la madre y el padre es un factor esencial para poder dar a los hijos atención, protección y afecto y, al mismo tiempo, inculcar justicia, verdad e igualdad. Esta conjunción permite que exista un cuidado responsable y equilibrado.

Sociedad educativa

En las últimas décadas se ha ido extendiendo la idea de que las diferencias de actitud y comportamiento entre hombres y mujeres no son útiles para la sociedad. Se ha llegado incluso a negar la existencia de tal diferencia. Es seguramente enriquecedor que actualmente haya hombres y mujeres por igual en todas las profesiones, pero esto no anula o diluye las diferencias existentes entre hombre y mujer.
Los modelos educativos tienden a acentuar la cercanía de ambos sexos: "Es positivo que las niñas y los niños estén juntos tanto como sea posible para llegar a entenderse y comprenderse mejor." Además, se tiende a darles los mismos estímulos: "Niños y niñas deben jugar con los mismos juguetes, llevar la misma ropa y hablar de igual forma; estudiar las mismas materias escolares y realizar las mismas actividades recreativas".
También se tiende a culpabilizar al individuo que posea destacadas características de pertenencia a un sexo determinado.
Por motivos diversos, algunos niños desarrollan un mecanismo de defensa contra los individuos de su mismo sexo, pues sienten que hacen algo mal y se refugian jugando y socializando solo con compañeros del sexo opuesto, alimentando en su corazón la nostalgia de no formar parte del grupo de iguales al que admiran desde la distancia. Estos niños sufren en muchas ocasiones actos de bullying, tienen una identidad de género frágil y precisan de ayuda. Del mismo modo que socializar con compañeros del sexo opuesto es una necesidad, también lo es formar parte de un grupo de iguales y sentirse aceptado. Ambos factores son importantes.
Las escuelas deben propiciar la organización de actividades durante las cuales se separe a niños y niñas, a fin de que socialicen de forma independiente, resolviendo así inseguridades y dificultades que pueden derivarse de la falta de relación con un grupo de iguales. Banalizar la existencia de dos sexos diferentes y meterlos en un mismo saco pone en riesgo la estabilidad social. La plenitud del ser humano solo se consigue mediante la suma de las diferencias.
La sexuación psíquica no es innata (identidad de género + orientación sexual) y no es un valor que se afiance y se consolide en los primeros años de vida, sino que es necesario que, en todas las etapas de la vida, se vayan recibiendo estímulos y constantes contribuciones a través de RELACIONES EQUILIBRADAS DE AMOR FAMILIAR y de VERDAD SOCIAL. De lo contrario, existe la posibilidad de acabar confundido o desviarse en cualquier momento. EL AMOR Y LA VERDAD no son y no pueden ser considerados como constructos sociales a diferencia de las mentiras, que conducen a desviaciones y confusiones.
Por lo tanto, debe considerarse como un deber básico de cualquier sociedad educativa el de transmitir una serie de actitudes que estimulen y promuevan la masculinidad y la feminidad, que no dejen espacio a la igualación y la confusión y se basen en el respeto mutuo.
Por otro lado, mediante una correcta información, deben irse eliminando todas aquellas creencias populares que contradicen las realidades científicas. La información es la que configura la realidad y, por desgracia, esta afirmación es extensible a la información engañosa. Sin embargo, solo con saber que existen informaciones inexactas debería ser suficiente para mantenernos alerta, evitando así la difusión de noticias basadas en ciencia basura. El peligro llega cuando creemos que algo es cierto cuando no lo es. No existe nada en nuestro cerebro que no pueda ser explicado a través de la física cuántica, o, de otro modo, que no sea energía/materia/información. Neurológicamente, somos lo que pensamos. El problema es cuando no queremos pensar, y delegamos en terceros la responsabilidad de pensar por nosotros. En este caso, nuestro cerebro se convertirá en lo que los demás, los medios de comunicación o la moda imperante en el momento decidan.

Ref.:
Prof. Michele Trimarchi, presidente de ISN, experto de fama mundial, fundador de la neuropsicofisiología.
Prof. Claudi Riséo, periodista, profesor universitario y psicoterapeuta
Prof. Massimo Gandolfini, neurocirujano, director del Departamento de Neurociencia de Brescia.
Dra. Chiara Atzori, médico especialista en enfermedades infecciosas
Dr. Emidio Tribulato, neuropsiquiatra y psicólogo.
Prof. Giancarlo Ricci, experto en psicología del desarrollo.
 
ORIENTACION SEXUAL

Científicamente, es una emoción que se forma en el cerebro emocional de las personas, no es innato y por muy arraigado que esté, este sentimiento puede verse influenciado por muchos factores y, por lo tanto, modificado.
La orientación sexual está estrechamente relacionada con la identidad de género, y muchos factores que influyen en la identidad de género, tienen también repercusión en la orientación sexual. El sexo genético, los lazos afectivos, las amistades, los medios de comunicación, las inseguridades en la propia masculinidad o feminidad, en el propio cuerpo, los traumas, la pornografía, el carácter del individuo, las falsas creencias sociales, entre otros, son todos ellos factores que pueden influir en la orientación sexual.
El deseo sexual es un factor innato, pero la característica del objeto que despierta dicho instinto no lo es. El cerebro decide si un estímulo es excitante o no en base a referencias que se han construido en su interior a partir de recuerdos asociados a la teoría psicoanalítica. El exterior es una reproducción de nuestro significado interior.
Las etiquetas de "homosexual", "bisexual" "heterosexual" "pedófilo" "zoofílico" etc. referidas a una persona, no se corresponden con la realidad. De hecho, no se trata de la persona en sí misma, sino de sus emociones afectivo-eróticas (en el sentido científico del término), acumuladas con el tiempo y que varían en función de numerosos factores. En este sentido, deberían existir tantas etiquetas como personas hay sobre la faz de la tierra, pues no existen dos personas que tengan exactamente las mismas inclinaciones afectivo-eróticas. Del mismo modo, estas etiquetas deberían ser también intercambiables, ya que no existe nada en la naturaleza que pueda permanecer inmutable. Las orientaciones de las emociones sexuales, tal como lo demuestran estadísticas de todo el mundo, especialmente en la adolescencia, no son estables y pueden cambiar de orientación, incluso por sí mismas, con la adquisición de una mayor confianza en uno mismo o influenciadas por otras emociones como el miedo o el amor romántico. Las emociones pueden tener muchos significados distintos que debemos comprender antes de que puedan llegar a arraigarse dentro de nosotros a través de actos como la masturbación, el visionado de imágenes pornográficas depravadas, las experimentaciones o las creencias populares engañosas. La envidia, por ejemplo, es un sentimiento que puede llegar a erotizarse (fuerte deseo de poseer una característica que uno mismo no posee y que se admira en un tercero). Asimismo, las necesidades emotivas insatisfechas, el miedo o los traumas pueden conducir a desviaciones en la orientación de las emociones sexuales.
Popularmente, se distingue entre dos tipos de emociones sexuales: la "orientación sexual" y la "parafilia". Esto ha llevado a creer que una categoría y la otra se diferencian por factores como la base genética, las que son innatas y las que no lo son, o las que son "normales" y las que son "anormales". Y nada más lejos de la verdad: científicamente, ambas categorías son emociones sexuales, aunque existan diferencias entre ellas. El término "orientación sexual", contrariamente a lo que se cree, no tiene nada que ver con el factor genético, innato o natural, del mismo modo que el significado de la palabra "parafilia" (del griego pará, παρά = “en", “junto a”, “más allá de" y filia, φιλία = "amor", "afinidad") no guarda relación con una patología. Por este motivo, la transferencia de una categoría a la otra es solo un resultado de la explotación de la ignorancia popular con fines políticos, pero en el fondo no ha cambiado nada entre el antes y el después. Para comprender qué tipo de emociones sexuales se pueden considerar naturales, aceptadas socialmente, aunque no naturales y, finalmente, no naturales, se precisan criterios de evaluación lógicos, como el objetivo de la sexualidad, el objetivo y cumplimiento de las funciones de los órganos sexuales y del aparato reproductor y la edad y madurez de un ser humano en términos sexuales.
El simple hecho de que existan diversos tipos de orientación sexual (tantos como personas hay), no quiere decir que todas sean naturales, beneficiosas o deban ser bien vistas o aceptadas socialmente. Incluso las propias emociones heterosexuales pueden estar también asociadas a estados emocionales o experiencias traumáticas y manifestarse de forma patológica, haciendo sufrir a la persona y no permitiéndole expresar todo su potencial. Las intervenciones terapéuticas y una adecuada información pueden ayudar a la persona a restablecer el equilibrio de su estado emocional.
Para entender mejor todos estos procesos, es importante conocer las bases científicas del funcionamiento de la mente y el cerebro, de la formación y manifestación de emociones y del sistema dopaminérgico, así como tener nociones de física cuántica y biología. Esta información puede ayudar a un individuo a no embarcarse en emociones sexuales no deseadas y alejarse de las creencias populares erróneas.

Ref.
Antonio Imbasciati, profesor de Psicología Clínica y director del Instituto de Psicología de la Facultad de Medicina y Cirugía, Università degli Studi de Brescia.
Prof. Tania Coelho dos Santos, miembro de la Ecole de la Cause freudienne, la Escuela Brasileña de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial del Psicoanálisis
Prof. Serge Stoleru, psiquiatra
Prof. Stéphane Clerget, psiquiatra de la adolescencia
Prof. Lisa Diamond, psicóloga social de estudios de género en la University of Utah.
 
LA PORNOGRAFÍA Y LA QUÍMICA DE LAS EMOCIONES (DOPAMINA) Y MASTURBACIÓN

Hasta hace poco, los científicos creían que nuestros cerebros eran fijos o "cableados", pues sus circuitos se formaban y perfeccionaban durante la infancia. Hoy en día, sabemos que nuestro cerebro es "neuroplástico", y no solo puede cambiar, sino que funciona modificando su estructura como respuesta a experiencias mentales de repetición. Está científicamente demostrado que la pornografía altera y cambia las preferencias sexuales de los usuarios a través de la consolidación de nuevas conexiones entre las neuronas en el cerebro.
El sistema dopaminérgico, cuando se activa mediante la masturbación, actúa creando dependencia incluso a emociones sexuales no deseadas, provocando que la modificación de dichas emociones sea aún más difícil.
La función natural del sistema dopaminérgico es la facilitación del comportamiento.
Los circuitos dopaminérgicos están implicados en el control de las funciones clave de la conducta emocional, como la fijación de metas, la motivación, la atención, el aprendizaje y la gratificación. La masturbación produce un aumento de los niveles de dopamina, que, a su vez, provoca un efecto de refuerzo de los mismos estímulos que han llevado a la masturbación, aunque dichos estímulos sean provocados por un trauma, temores por inseguridad u otros factores.
Del mismo modo, el sistema dopaminérgico desempeña un papel importante en el trastorno obsesivo-compulsivo. Los científicos han demostrado que la dopamina no solo induce el deseo, sino también el miedo. El trastorno obsesivo-compulsivo creado por un tipo de sexualidad no deseada provoca la masturbación ante el objeto causante del trauma, favoreciendo de esta forma la existencia de un círculo vicioso de dependencia, tanto del objeto traumático como del propio trauma, a causa de un doble efecto de la dopamina y la consolidación neuronal.
Cualquier tipo de dependencia provoca "modificaciones cerebrales neuroplásticas". Y la dependencia de la pornografía no es una excepción.
En la modificación plástica también está implicada la dopamina. La misma dopamina que nos estimula, es también responsable de la consolidación de las conexiones neuronales. La dopamina se libera durante la excitación sexual, aumenta el deseo sexual en ambos sexos y activa los centros de placer.
Y ahí es donde radica el poder de la pornografía en la creación de la dependencia.
Cuando una persona se pone frente al ordenador a ver pornografía, se sienta allí a recibir dosis tras dosis de dopamina, igual que los ratones de laboratorio aprietan una palanca. Aunque no sea consciente de ello, está experimentando un proceso que modificará el sustrato de su cerebro, provocando que las neuronas que se activan entre ellas, acaben formando una conexión. Cualquier actividad basada en la estimulación a través de imágenes excitantes, excita los centros de placer y favorece los procesos de modificación plástica. Estas imágenes se almacenan en la memoria incluso cuando la persona ya se ha alejado del ordenador y se reproducen durante el acto sexual con su pareja, lo que las refuerza aún más.
Cada vez que se produce la excitación erótica, o se tiene un orgasmo a través de la masturbación, el individuo recibe una dosis de dopamina - el neurotransmisor recompensa - que consolida las conexiones creadas durante las "sesiones de pornografía" previas.
De esta forma, la pornografía crea una grave dependencia e inicia su lento y mortal asalto al cerebro, promoviendo también la insensibilidad en las relaciones sexuales.
Para demostrar que la masturbación no es un requisito de la naturaleza, ni un comportamiento inevitable, sino una fase que se puede superar, es importante disipar un prejuicio muy común: el de que, especialmente en los hombres, existe una necesidad sexual incontrolable. En otras palabras, se ha afirmado en ocasiones que es imperativo que el varón realice algún tipo de actividad genital (como la masturbación o el acto sexual con una mujer) para expulsar el excedente de esperma que su cuerpo puede llegar a producir a fin de evitarle incomodidades. Se trata de un verdadero prejuicio que, por el bien de todos, y de cara al desarrollo equilibrado del individuo (¡y de tantas mujeres!) debe ser desmentida.
Para ello, debemos respaldarnos en la estructura neurológica de la sexualidad.
Las gónadas no actúan de forma autónoma, sino bajo la dirección de la hipófisis, que, a su vez, recibe información a través de las hormonas. Por esta razón se dice que el primer órgano sexual es el cerebro. De esta forma, si dejamos que el desarrollo fisiológico siga su curso regulado por la hipófisis, podemos estar seguros que todo funcionará de forma natural. Esto significa que no es necesario realizar ningún tipo de intervención extrínseca. La naturaleza, en su racionalidad, equilibra todo el proceso, garantizando que el mismo se desarrolle de forma lógica y regular. La "necesidad", proceso que requiere una intervención externa que sustituya un acto natural e incorpore uno que no lo es, no existe. Para evitar "incomodidades", la misma naturaleza ha actuado en favor del mantenimiento del equilibrio a través del fenómeno de las poluciones.
En realidad, es imposible tener un "excedente" de esperma, pues iría contra el carácter racional de la sexualidad. La medicina nos dice que la sobreproducción de semen no es un resultado inevitable del mismo proceso fisiológico, sino la consecuencia de una serie de estímulos. Las gónadas producen el esperma en cantidades mínimas y de forma constante.
De hecho, de acuerdo a los más recientes descubrimientos, el funcionamiento de las gónadas masculinas se puede comparar con las de aquellos tipos de glándulas (como las salivales, las gástricas o las lacrimales) que funcionan de forma continua a un régimen bajo, pero que, frente a un estímulo específico, incrementan bruscamente el ritmo de producción, provocando verdaderas crisis secretoras. En este contexto, vemos cómo la ciencia rebate las falsas creencias: no es la "acumulación" la que crea la "necesidad", sino el estímulo sexual el que crea la acumulación.
Lo mismo ocurre con la excitación: se trata de un fenómeno que no depende de la voluntad. Sin embargo, la voluntad es lo que puede ayudar a que se produzca el fenómeno, a través de la búsqueda de imágenes mentales o sensoriales capaces de suscitar el reflejo, o incluso llegándolo a provocar, con una estimulación manual de los genitales.
Esta función, más o menos equilibradora, de la voluntad nos indica que la continencia es posible: no existen impulsos que el hombre no pueda controlar o contener. Pero para ello, el individuo necesita un grado de madurez que no llega de forma espontánea, sino que requiere esfuerzo y tiempo.
Para ejercitar nuestra voluntad, debemos ponerla en práctica a través del control y la renuncia también a aquello indiferente desde un punto de vista ético. De esta forma, cuando llega el momento de decir "no", ya tenemos la voluntad entrenada y no la cogemos por sorpresa.
La sexualidad requiere continencia no para ser oprimida, destruida o sacrificada, sino para poder comprenderla mejor y así disfrutarla en la totalidad de su riqueza y exuberancia. Desde cualquier punto de vista, es evidente que buscar el acercamiento sexual con otra persona con el único objetivo de satisfacer la propia necesidad biológica es un acto censurable, pues, de esta forma, estaríamos profanando a la otra persona y reduciéndola a la categoría de objeto.

Ref.:
Principi di biologia e genetica del comportamento (Principios de biología y genética del comportamiento - Resumen, de Paola Alessandra Consoli).
Dr. Norman Doidge, neurólogo de la Columbia University
Dr. Gary Lynch, neurocientífico de la University of California de Irvine
Dr. Jeffrey Satinover, psiquiatra y profesor de la Princeton University
V. MATTIOLI, La difficile sessualità (La complicada sexualidad), pp. 77-104
 
LA EXPERIMENTACIÓN SEXUAL NO PROPOR- CIONA BENEFICIO ALGUNO

Experimentar para descubrir cuál es nuestra orientación sexual no tiene fundamentación lógica alguna, pues no es la persona la que pertenece a sus emociones afectivo-eróticas, sino que son las emociones las que pertenecen a una persona. Con la experimentación y la pornografía, las emociones sexuales o románticas quedan condicionadas de forma permanente, incluso cuando no son deseadas por el individuo, por las inseguridades, los celos sexualizados o por significados profundos relacionados con necesidades emotivas insatisfechas.
La sociedad anima a los jóvenes a experimentar formas diversas de sexualidad, dándoles la falsa esperanza de que, a través de estas experiencias "distintas", conocerán diferentes tipos de placer. Lamentablemente, a raíz de este tipo de experiencias y de la dependencia creada por el sistema dopaminérgico, los jóvenes empiezan a sentir una inclinación por ciertos tipos de sexualidad que pueden ser dañinos, sobre todo para aquellos más inestables emocionalmente. Cuando en las relaciones no se implica el corazón, estas se vuelven frías y vacías, y esta ausencia de sentimientos se ve sustituida por depravaciones que pretenden reemplazar el cariño. Sin embargo, posteriormente, la conciencia del individuo (incluso en aquellos casos en que no se cree tener una) rechaza este falso sentimiento, creando una sensación de infelicidad. El resultado de las experimentaciones es, en la mayoría de casos, negativo. La heterosexualidad no es innata y la experimentación puede provocar desviaciones en los sentimientos heterosexuales o hacer que las emociones sexuales conduzcan al individuo a una orientación no deseada. Del mismo modo, la adicción a la pornografía también constituye una desviación de la orientación de las emociones sexuales, pues el individuo deja de sentirse atraído por la realidad, y solo se siente estimulado por imágenes visuales. Poner fin a esta dependencia y recuperar las emociones heterosexuales naturales es un arduo proceso pues se trata de modificar la orientación de sus emociones sexuales. En este caso, se trata de dejar ser un "ser videosexual" para volver al estado de "ser heterosexual". La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. Con las experimentaciones sexuales, el deseo no aumenta, solo se ve modificado. La normalidad ya no produce excitación y esto puede acarrear todo tipo de complicaciones para la vida del individuo, por no hablar de las enfermedades a las que se puede ver expuesto. Los jóvenes que desean ser libres emocional y sexualmente, deben buscar la adecuada información y evitar la experimentación y la navegación por contenidos pornográficos.
 
LA EYACULACIÓN PRECOZ Y EL ORGASMO VAGINAL NO EXISTEN.

En las últimas décadas, se ha inventado un nuevo "problema" llamado eyaculación precoz, pues se considera que el hombre está "obligado" a hacer experimentar un orgasmo a su compañera durante el acto sexual, a través del frotamiento del pene contra las paredes vaginales. La controversia llega cuando se considera "normal" un hecho sin base científica alguna: que la vagina pueda provocar un orgasmo. Un nuevo estudio confirma que el orgasmo vaginal es un mito que debe ser rebatido. Del mismo modo que el llamado punto G no existe, los términos asociados a los presuntos varios tipos de orgasmos son inexactos. Es necesario, pues, que los expertos en medicina sexual, sexólogos y psicólogos difundan certezas con base biológica sobre el orgasmo femenino a todas las mujeres, y dejen de lado sus hipótesis u opiniones personales. Por otro lado, también se ha extendido el rumor sobre la supuesta "disfunción sexual femenina", que se basa en algo que no existe.
A fin de poner las cosas en su sitio, se ha llevado a cabo recientemente una investigación publicada en la revista científica Clinical Anatomy, donde el investigador Dr. Vincenzo Puppo del Centro Italiano de Sexología (CIS) de Bolonia y Giulia Puppo del Departamento de Biología de la Università di Firenze, precisan que los términos correctos son: orgasmo masculino y orgasmo femenino.
La vagina, según los investigadores, no tiene relación anatómica alguna con el clítoris. El complejo clitoriano o clítoro-uretro-vaginal (CUV) no se sostiene ni desde el punto de vista embriológico, ni anatómico, ni fisiológico. El órgano que provoca el orgasmo es el propio clítoris que es, sin embargo, un órgano externo. Está formado por el glande y el cuerpo (es decir, la parte visible), y por las raíces, que son las partes conectadas al labio inferior. De este estudio se deduce que las publicaciones realizadas en las últimas décadas no contaban con base científica alguna.
 
LAS EMOCIONES Y LOS SENTIMIENTOS EN LA CIENCIA

Las emociones (incluyendo las sexuales) se producen en una unión de la mente y el cuerpo durante la interacción con el entorno. El cuerpo actúa, en un cierto sentido, como medio entre el cerebro y la representación del mundo exterior. Además de determinar las sensaciones que experimenta el cuerpo, el cerebro puede además transformarlas y provocarlas antes de que el cuerpo las haya vivido. De esta forma, cerebro y el cuerpo se influencian entre ellos.
Las emociones se pueden desencadenar a través de imágenes o eventos reales o imaginarios.
En función del tipo de emoción que sintamos, se desencadenan una serie de mecanismos fisiológicos provocados por la activación del sistema nervioso autónomo, como la sudoración, la palidez, la contracción muscular, la aceleración cardíaca, etc. Del mismo modo, las emociones sexuales, como cualquier otra emoción, tienen consecuencias somáticas y provocan cambios físicos visibles: uno de ellos es, precisamente, la erección masculina. Aunque se tiende a pensar que es la erección la que provoca emociones, lo que sucede en la realidad científica es exactamente lo contrario: la erección es por sí misma una emoción con sus efectos somáticos. Igual que no es el rubor de las mejillas lo que provoca la emoción de vergüenza, sino que es la emoción de vergüenza la que provoca el rubor. No existe ninguna situación que, en sí misma, sea erótica, sino que siempre va a depender de la interpretación que pueda darle una persona en función de sus experiencias emocionales previas.
A través de estos mecanismos fisiológicos nos hacemos conscientes de que hemos sentido una emoción, condicionando nuestras decisiones racionales, en base al significado que le damos nosotros o la sociedad (en muchas ocasiones, erróneo). Algunas emociones pueden conferir, pues, una dimensión ideológica y no certera a nuestra mente, a nuestra consciencia y, como consecuencia, a toda nuestra vida.
Un sentimiento es algo que sucede solo en nuestro interior, y, psicológicamente, ocurre posteriormente al conjunto de cambios que se producen en el cerebro y en el cuerpo, que son las llamadas emociones.
Los sentimientos son el resultado mental y consciente de los cambios que experimentamos en el cuerpo provocados por las emociones.
La emoción del amor romántico y la emoción sexual son dos tipos de emociones diferentes. Algunas personas, sienten estas dos emociones de forma disociada en su interior. Sin embargo, en la mayoría de personas, estas dos emociones se alimentan de forma recíproca.
Otro aspecto a considerar es la química de las emociones. El cerebro produce alrededor de 60 sustancias químicas en función del tipo de emoción experimentada, lo que confirma la función de los neurotransmisores a nivel sináptico. Los neurotransmisores llevan información en forma de impulsos eléctricos, como una especie de flujo de energía, viajando a alta velocidad, enviando información a través de todo el cuerpo. Estos productos químicos, producidos en exceso, pueden causar enfermedades o adicciones. Por esta razón, cuando las emociones se vuelven incontrolables, llegando a abrumar o poseer a la persona, pueden causar graves daños en órganos internos.
Las emociones pueden cambiar a lo largo de la vida, incluidas las sexuales, y la ciencia neuroplástica lo ha confirmado. Sin embargo, los efectos de la neuroplasticidad en nuestro organismo no son todos positivos. La parte de la sexualidad que, unida al amor, podría crear felicidad, puede unirse también a otros elementos como las necesidades emocionales, la dependencia, los miedos, las inseguridades, los traumas, etc., creando de esta forma un desequilibrio dañino para el propio individuo y, en algunos casos, también para las personas que le rodean. De esta forma, se evidencia cómo el entorno y las experiencias que hemos vivido y que vivimos diariamente condicionan todas nuestras estructuras cerebrales. Estar expuesto a continuos estímulos donde se presentan juntas la seducción y, por ejemplo, la agresividad pueden crear una confusión funcional. A través de la psicoterapia y de una adecuada información, es posible devolver la autonomía a estas dos funciones. El proceso, sin embargo, puede ser más o menos complejo, en función de las capacidades de cada individuo para aprender o desaprender. Ningún terapeuta tiene el poder de cambiar las emociones de una persona que no desea cambiarlas. Por otro lado, sería erróneo afirmar que el psicoterapeuta cambia al paciente: siempre es el paciente quien, por sí mismo, realiza el cambio por un proceso de apropiación de las ideas adquiridas. Del mismo modo, ningún terapeuta debe obstaculizar el proceso de un paciente que desee comprender, a través de terapias informativas, las motivaciones profundas que existen en sus emociones sexuales o románticas orientadas de forma no deseada o depravada. Las características específicas de cómo se manifiesta cada tipo de emoción en cada persona no son innatas (tampoco las sexuales) y residen dentro de la psique del ser humano. El carácter es un factor genético que contribuye, junto al sexo biológico, a dotar a las emociones de una característica específica, y esta está escrita en la psique del propio individuo. Del mismo modo, los factores externos (familia, amigos, la sociedad, los traumas, la pornografía, las falsas creencias populares, etc.) también caracterizan de forma específica nuestras emociones, y estas también aparecen escritas en nuestra psique. La psique es el lugar donde residen todas nuestras emociones. Estas, por muy arraigadas que estén, estarán siempre sujetas al cambio, y la sexualidad, junto con sus efectos somáticos, es una de ellas. Por este motivo, solo a través de una meticulosa anamnesis psicológica se pueden identificar las causas que permitirán entender y liberar estados emocionales dolorosos y de sufrimiento para el paciente. Entre las diversas disciplinas psicológicas, sería conveniente integrar también la psicología cuántica (enfoque multidisciplinario de diferentes modelos científicos y conocimientos humanísticos, entre los cuales, además de la psicología, se encuentran la biología, la neurología, la física cuántica y la filosofía). Proporcionar al individuo información correcta y detallada permite que se formen nuevas conexiones neuronales liberadoras en su cerebro basadas en certezas, mientras que la información inexacta promueve la creación de una falsa realidad.
Los individuos con una vida marcada por el abandono, el comportamiento sexual anormal de los padres, la incapacidad de estos de responder a sus necesidades de manera constante y comprensiva, poseen un entorno externo que facilita e induce los procesos de sexuación traumáticos. El concepto de trauma se puede ampliar para incluir también no solo los abusos, el acoso y otras situaciones estresantes para el niño (por ejemplo, delicadas operaciones quirúrgicas que intervienen en malformaciones del cuerpo), sino también traumas emocionales asociados a la relación entre el niño, su carácter específico, y uno o ambos progenitores. Cuando el niño se encuentra en un estado de aislamiento emocional, en el que no recibe el adecuado apoyo, ni se le induce a reflexión sobre sus propios miedos, puede tratar de refugiarse en un mundo de fantasías y autoestimulación que, con el paso de los años, adquieren un tono erótico. Si los padres no se dan cuenta de ello o incluso lo consienten de forma más o menos consciente, se está creando en el niño una predisposición a conductas depravadas. El niño estará erotizando el trauma como mecanismo de defensa ante ese estado emotivo que no sabe gestionar.

Ref.:
De Masi, F. (2008). Trauma ed erotizzazione del trauma nella perversione (Trauma y erotización del trauma en la perversión)
Dr. Antonio Damasio Il sé viene alla mente La costruzione del cervello cosciente (El ego llega a la mente. La construcción del cerebro consciente).
Prof. Antonio Imbasciati, Dra. Chiara Buizza - L’emozione sessuale Psicoanalisi e neuro psicofisiologia di un’emozione negata (La emoción sexual. Psicoanálisis y neuropsicofisiología de una emoción negada)
Dra. Candace Pert, neurocientífica y psicofarmatóloga -  Molecole di Emozioni (Moléculas de emociones)